sábado, 9 de julio de 2011

Murmullos en la calle 62A.


Bueno, aquí vamos con el chisme...

Qué el vecino de a lado chocó y su hijo se dio de irregular en el colegio, cosa que también hice.  Qué si la esposa es una neurótica-psicótica y yo una   esquizo más. Qué los recién casados de enfrente se gritan todo el día y gimen durante toda la noche, mientras yo exploto contra mi sombra, cayo mis desgracias y araño mi torso. Qué si los amantes de la esquina se esconden hasta del gato negro que merodea el muro de la privada, que si yo hago lo mismo al mirar mi reflejo en el espejo, ese espejo  que me castiga y acusa. Qué a la anciana del fondo nadie la visita y qué mi única compañía se llama Soledad, una vil cabrona, que sólo viene a recordarme lo jodida que estoy, lo imperfecta que soy. Y por último... qué la vecina del quinientos  dos es una prostituta, una comehombres. Una puta de verdad, ajá, y de las que se vende caro, eh. Es de esas mujeres que únicamente viste con ropa cara y huele a perfume de marca. Mientras la ingenua,<¡Qué digo ingenua!,la pendeja> del quinientos tres, la esquizo,la que calla, la que huye, la sola. Esa tontita que sólo espera las últimas horas de la noche para fantasear con aquel hombre que una vez la visitó, ese hombre que se marchó después de hacerle el amor y no dejo su nombre.




Estos fueron los murmullos de mi calle, nomás eso, murmullos, cosas que una se entera, cosas que una recuerda.